sábado, 10 de septiembre de 2011

Eterna despedida

La noche les envolvía con un frío que penetraba en sus almas. Se miraron. El amor que sentían el uno por el otro era casi palpable. Los sentimientos se unían en esa mirada, la locura enredaba sus mentes. Comenzó a llover y sus ropas se mojaron. No existía para ellos nada fuera de esa silenciosa conversación. Continuaron quietos. La distancia que les separaba no conseguía enfriar sus corazones. Querían que ese momento fuera eterno. Querían permanecer juntos. Cada segundo que pasaba era una nueva oportunidad de amarse. No podían pensar en nada más.
No existe el tiempo en la imaginación de aquellos que deciden darse a otro.
Al poco, fueron acercándose el uno al otro. Él trató de secar el bello rostro que le observaba. Estaban tan cerca ya que oían los latidos del otro. Sentían cada respiración. Y seguía lloviendo. Y seguía la noche como compañera. Y no había nadie.
Comenzó a oírse la locomotora del tren. Y el humo inundó los recuerdos. Y un beso fue su adiós.

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