domingo, 16 de febrero de 2014

Silencio dormido.

No podía escribir nada, no era capaz. Cada vez que abría el ordenador y acariciaba sus teclas se daba cuenta del silencio que había en su cabeza. No es que no tuviera cosas que contar, las tenía. Tenía grandes sueños, grandes historias escondidas, pero una voluntad oculta dentro de si le impedía escribirlas, expresarlas. Quería solo vivir esos sueños, quería que sus torpes premoniciones fuesen ciertas. Quería vivir y luego contarlo, porque sabía que tendría muchas más cosas que decir que sólo imaginándolo. 
En estas situaciones, el tiempo se convierte en un gran torturador. Grande, porque está por todas partes y ocupa todas las posibilidades y torturador, porque no se olvida ni un momento de ti y te recuerda que aún no ha sucedido nada. Es como si no te dejaran dormir, todo a tu alrededor pierde importancia para concentrar tus fuerzas en ese objetivo que el tiempo te aleja. Pero seguramente, si te dejas llevar por el sueño, por el empeño de conseguirlo, no verás la oportunidad perfecta, el atajo desconocido. La felicidad que se te brinda en los pequeños detalles de cada día.
No podía escribir nada, no era capaz. Deseaba vivir.


martes, 11 de febrero de 2014

Sin más y con todo.

Toda batalla tiene sus momentos de gloria y sus desesperanzas.
Hoy en día la gente se preocupa por lo que tiene y lo que no tiene, lo que le dan y lo que le quitan. 
Se escribe acerca de la injusticia, sobre los derechos robados, sobre la desigualdad. Se juzgan unos a otros. Se interroga a una humanidad que no escucha más que sus propias respuestas. Hoy en día, parece imposible pensar que existen niños que sonríen cuando empieza a nevar en la capital. No existen los sueños de un futuro sonriente. Todo se colorea en tonos grises matizados por pequeños ignorantes que siguen regalándonos carcajadas e inocentes frases. 
Entre ese barullo que intenta oprimir al futuro existen momentos en que soy completamente feliz. Gracias.