miércoles, 20 de marzo de 2013

Por una historia de Luz.



Está amaneciendo querido Peter. Hoy como tantos días vuelves a tener que irte.  Me gusta verte dormir. Siempre con el brazo debajo de la almohada. No quiero que te vayas... Cuando me casé contigo soñaba con todos los días que pasaríamos juntos, todas las veces que te vería sonreír, las veces que se te quemaría la cena y correrías haciendo el ganso por la casa consiguiendo que cada segundo fuese una carcajada. Tienes tanto dentro querido Peter. No te merezco.
Cuando me casé contigo. Madre mía, fue el día más feliz de toda mi vida. Verte ahí esperándome en el altar con tu cara de niño travieso. Recuerdo pensar mientras me acercaba: "me quiere a mi, me quiere a mi...se va a casar conmigo..".
Cuando me casé contigo comencé a disfrutar del tiempo contigo, un tiempo eterno al que nadie ponía finales. Hasta las desilusiones parecían parte de ese mundo tuyo en el que me adentraste aquel día del primer "te quiero" hace ya 8 años.
Cuando me casé contigo no pensé en los días como hoy. Cuando tendrías que irte. Lejos de mi para poder seguir conmigo. Para que nuestro hijos se rieran y crecieran y fueran felices todos los días en que ello dependiera de nosotros. No pensé que llegaría un día en que creceríamos, querido Peter. Que llegaría el día en que solo podría verte al amanecer y al anochecer.
Pero, sabes querido mio. Son los momentos más felices de todo el día y sé que por muy lejos que estés, por muchos días que tengas que pasar fuera de casa. Sé que en todo momento estamos juntos, como siempre desde ese día en que nos convertimos en una sola carne, cuando me casé contigo...




No hay comentarios:

Publicar un comentario