La habitación era pequeña, recuerdo a mi madre cosiendo los
pantalones de pana de Neith. Fuera llovía. Me da miedo la lluvia. Papá
se fue en un día de lluvia. Todo fue llanto ese día. Se fue para no
volver. Supongo que todo paso mucho antes, pero ese día se quejaron las
nubes. Ese día la naturaleza gritó "basta". Una tormenta de verano, un
verano de sequía. No habíamos podido cultivar nada en el pequeño huerto
de detrás de la casa. Todos los vecinos lo vieron. Todas las ventanas se
llenaron de miradas. Yo sujetaba la pequeña muñeca que papá me había
regalado unos días antes diciéndome "Gatita, mírame, esta muñeca es para
que nunca te olvides de mi aunque te cueste". Años después me di cuenta
de que era la venganza que dejó en la casa. Que yo nunca me olvidará de
él. Era un pensamiento retorcido. ¿Nos quería? No lo sé, mamá nunca
quiso hablar de eso, lo único que me quedan son pequeños recuerdos que
emborronan mis bocetos para el nuevo personaje de mi cuento: "Quién es
cual". Mañana tengo que entregar el dossier preparatorio. Tengo a todos
los personajes pero no consigo encontrar a la pequeña Nicole. Nunca me
había atrevido a hacer un cuento biográfico. Pero supongo que son cosas
que llegan con la edad. Siempre he escrito libros que alegren la
infancia de niños que no conozco, pero ahora escribo sobre la infancia
que no conseguí alegrar. La mía.
Y la muñeca pelirroja de largos rizos aún está sobre mi cama cantando a la lluvia con su vestido gris.
Que terrible afrontar el abandono de un padre. Es una de las cosas que más nos marcan. Algo de eso sé.
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