viernes, 10 de junio de 2011

En el descansillo

Querido Fernando:

Eran las seis, cuando ha empezado a atardecer y me he acordado de ti. Me he puesto a llorar como una niña… Y es que fueron días inolvidables aquellos en los que nada podía separarnos.
Después, he sacado de mi baúl todas las cartas que durante ese año me escribiste. Las conservo todas.

Ha sido la segunda vez que las he leído, ya sabes que a mí siempre me han gustado las primeras impresiones. Y esta vez, no me he emocionado, no he podido creerme que todo lo que en ellas me decías fuera cierto.Es triste lo sé, pero la vida tiene estos giros.

Después, me he tumbado en esa hamaca del patio de atrás donde contábamos las nubes que pasaban y he pensado en ti, de una forma distinta a las anteriores veces.
Te he visto como un espíritu que había visitado mi vida y que al irse hubiera tomado forma corpórea y se hubiera alejado corriendo, emocionado al descubrir sus piernas, su independencia, su libertad.

Creo que en cierto modo, la actitud que he tomado durante todos estos años sin ti, ha sido egoísta.

No te equivocaste al irte. Lo he descubierto esta tarde.
Seguramente yo también debía haberme marchado, no sé a donde ni porque, pero tenía que haberlo hecho.

Creo que el tiempo que pasamos juntos fue como si el uno al otro nos hubiéramos encarcelado. Y al encontrarnos así, decidimos disfrutar juntos, pero sólo del tiempo. Así que hasta que uno de los dos no se diera cuenta de que podía salir, la situación se mantendría.
Ese fuiste tú y te lo agradezco. He tardado en darme cuenta, pero, ahora que soy consciente de ello me siento libre.

Con cariño:

Ana

1 comentario:

  1. Me encanta, como me encanta que hayas vuelto a escribir. Puede que yo tambien deba buscar el tiempo para hacerlo.

    ResponderEliminar