...cuando apareció la luz de su mirada
había un naúfrago velando la noche.
Una luz que oscurecía el día
y una tela que cubría su amor.
Nadie había más perfecto
ni en lugar conocido habíase visto
tal belleza como la de la flor marchita
sobre la arena.
Quién pudiese entender el nombre
de lo que en ella se escondía,
quién abriría el oscuro rincón
de los que la conocían.
Quiénes podían enseñar
cuanto odio escondido hubiese.
Si alguien hablara
en un silencio perdido
nada existe más allá de sus miedos.
Y se amaban sin saberlo
y se odiaban en cada gesto.
Y nadie podía entender una caída mejor,
ni peor acompañada que sin él. (Isabel Vicent)
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